Si se queda usted en la naturaleza, en lo sencillo que hay en ella, en
lo pequeño, que apenas ve uno, y que tan imprevisiblemente puede
convertirse en grande e inconmensurable; si usted tiene ese amor por lo
pequeño y trata de ganarse, como un siervo, la confianza de lo que
parece pobre, entonces todo le será más fácil, más unitario y, no sé
cómo, más reconciliador, acaso no en el entendimiento, que se echa atrás
asombrado, sino en su íntima conciencia, en su vigilia y en su saber.
Usted es tan joven, está tan antes de todo comienzo, que yo querría
rogarle, lo mejor que sepa, mi querido señor, que tenga paciencia con
todo lo que no está resuelto en su corazón y que intente amar las
preguntas mismas, como cuartos cerrados y libros escritos en un idioma
muy extraño. No busque ahora las respuestas, que no se le pueden dar,
porque usted no podría vivirlas. Y se trata de vivirlo todo. Viva ahora
usted las preguntas. Quizá luego, poco a poco, sin darse cuenta, vivirá
un día lejano entrando en la respuesta.