Casi todo me atrae. Sin embargo se
alberga en mí algún buscador infatigable. ¿Por qué no hay un
descubrimiento de la vida? Algo para ponerle las manos encima y
exclamar: "¿Es esto?"
Mi
depresión es un sentirme acosada. Estoy buscando: pero no, no es eso… no
es eso. ¿Qué es entonces? ¿Tendré que morir sin haberlo encontrado? Y
luego (como anoche, cuando atravesaba Russell Square) veo las montañas
en el cielo: las grandes nubes; y la luna que se está alzando sobre
Persia; tengo una grande, sorprendente impresión de que hay algo allí,
que es "eso"? No es exactamente la belleza a lo que me refiero. Quiero
decir que la cosa en sí basta: es satisfactoria; acabada.
También
una impresión de mi propia rareza, de la rareza de estar caminando
sobre la tierra. También está ahí, la infinita extrañeza de la posición
humana; estar atravesando Russell Square, con la luna allí arriba y las
nubes como montañas.
Quién soy
yo, qué soy, y todo el resto; preguntas que siempre flotan en torno. Y
de pronto doy de narices con algún hecho concreto -una carta, alguien- y
vuelvo a ellos con un gran sentimiento de frescura. Y así continúa.
Suelo toparme frecuentemente con este "eso", y experimento entonces un
gran reposo.