- No me gusta mucho relacionarme por teléfono. (De hecho, no me gusta
mucho relacionarme a través de ningún medio, soy un inveterado
misántropo.) Quizá pasar tanto tiempo rodeado de libros, vivir con tal
intensidad a través de la palabra escrita, admirar lo que otras gentes
escribieron hace cincuenta, cien o incluso dos mil quiniento años, tenga
estas cosas.
- Por mis manos pasan tantas imágenes e ideas ajenas, tantas voces,
tantos credos, que mi voz en estas páginas, por fuerza ha de sonar
importada.
- Nunca he comprendido a quienes afirman que la infancia es el paraíso del hombre.
- La verdadera maldición de la vida no es el trabajo, ni el sinsentido de
la existencia, ni siquiera el dolor o la enfermedad: la verdadera
maldición de la vida es el tedio. Sólo quien vence al tedio ha vivido,
sólo quien es capaz de hacer algo distinto a matar el tiempo merece
decir he vivido.
- El poeta genera desorden al trabajar con un lenguaje que es, por definición, ambiguo.
- La política, por definición, es el reino de la negación del detalle.
[...] Por su parte, la literatura, por definición, es la fraternidad del
detalle.
- El escritor es la persona que analiza esa mierda abstracta que el político derrama sobre los mapas.
- El escritor es la persona que analiza esa mierda abstracta que el político derrama sobre los mapas.
- Ningún libro cambia el mundo: precisamente porque el mundo no cambia podemos seguir escribiendo libros.
- Las jugarretas del destino casi siempre deben ser bienvenidas, pues son maravillosas escuelas de humildad.
- La buena literatura siempre se escribe después de la tormenta.
- El olor del libro es la quintaesencia de todos los olores, la
geografía del héroe, el trópico de la quietud y los bosques nemorosos.
Todo libro es pasaje.
- Se puede vivir sin leer, es cierto; pero también se puede vivir sin
amar: el argumento hace aguas como una balsa capitaneada por ratas. Sólo
quien ha estado enamorado sabe lo que el amor regala y quita; sólo
quien ha leído sobre si la vida merece la pena ser vivida, sin la
conciencia de aquellos hombres y mujeres que nos han escrito mil veces
antes de que naciéramos.
- Esa capacidad humana para cambiar el sentido de los hechos, para interpretar, me produce un tremendo desasosiego.
- Esa capacidad humana para cambiar el sentido de los hechos, para interpretar, me produce un tremendo desasosiego.
- ¿Porqué las bibliotecas se han convertido en bucles perpetuos? ¿Por
qué insistimos en jurar que sobre gustos no hay nada escrito, si ocurre
precisamente lo contrario?
- Nada se pierde, mi amor. Ya hay muchos libros en esta vida.
- No hay nada después de la muerte. Venimos de una nada y vamos a otra,
en consecuencia, no debemos temer perder nada por el camino. En eso
consiste precisamente nuestra libertad, en aceptar que las cosas sucedan
de ese modo.
- Todo tiempo posee sus signos, sus emblemas, sus cábalas. El nuestro ha
hecho del miedo su estandarte, su venero de dolor, su firmamento.