La definición del arte, Umberto Eco.


La solución ideal del arte como visión, opone un concepto de arte como forma, en el que el término forma significa organismo, formación del carácter físico, que vive una vida autónoma.

El arte se define en cuanto a la intencionalidad.

El artista vive en la obra como residuo concreto.

La obra de arte pone de manifiesto en su totalidad la personalidad y espiritualidad originales del artes, denunciadas, antes que por el tema y el argumento, por el modo personalísimo y único que ha evidenciado al formarla.

Interpretar consiste en situarse en el punto de vista del creador, en recorrer de nuevo su labor hecha de intentos e interrogantes frente al material.

El estilo es el modo de formar, personal, inimitable, característico; la huella reconocible que la persona deja de sí misma en la obra; y coincide en el modo en que se forma la obra.

La obra vive sólo en las interpretaciones que de ella se hacen.

Para que exista obra es necesaria una perfección de trazado y una singularidad de tono que sólo puede atribuirse a la intervención consciente de un autor.

Todo intento serio de interpretación, dictado por el espíritu vivo del presente, profundiza y extiende el sentido de la obra.

El arte que crea su cosmos se hace naturaleza.

Una experiencia estética se justifica por el placer que la acompaña y no puede descalificar o excluir el resto de las experiencias estéticas.

La pura experiencia estética es propia de aquellos que poseen innato el conocimiento de la belleza ideal; conocida por intuición, en éxtasis intelectual, sin acompañamiento de intelección, al nivel más elevado del ser consciente; engendrado por una única madre junto con la visión de Dios, su vida es como un relámpago en la cegadora luz de origen ultraterreno, imposible de analizar y, sin embargo, imagen de nuestro ser.

En la intuición metafísica todas las cosas adquieren profundidad, conservan su concatenación, ahondan y profundizan la inmanencia recíproca de todos los estados de su devenir.

Toda imagen estética está superada por las imágenes posibles que suscita, que abre. Sin embargo, no podría manifestarse ningún desvarío, porque la experiencia tiene lugar sobre y en el objeto. La poesía nos obliga a considerar el intelecto tanto en sus fuentes secretas dentro del alma humana como funcionando de forma no lógica.

En la base del acto creador debe existir un proceso intelectual totalmente original, sin paralelismo en la razón lógica, a través de la cual las cosas y la personalidad se captan juntas, por medio de una especie de experiencia o conocimiento, que no tiene ninguna expresión conceptual y se expresa solamente en la obra del artista.

La intuición creadora se superpone a las normas canónicas del actuar y las reanima por medio de un acto que procede de las profundidades del espíritu.

La belleza en la obra se produce como participación en una cualidad transcendental o en algo que no puede hacerse.

Si la intuición estética es solamente la intención intelectual que se ha hecho objetiva, es fácil comprender que el arte es el único verdadero y eterno órgano, y, al mismo tiempo, documento de filosofía.

La verdadera construcción del arte es exposición de sus formas como formas de las cosas, tal como son en sí mismas o en el absoluto. Por consiguiente también las formas del arte, al ser formas de cosas bellas, son formas de las cosas tal como son en Dios y como son en sí, y puesto que toda construcción es exposición de las cosas en el absoluto, la construcción del arte en particular es exposición de sus formas como formas de las cosas, tal como estas son en el absoluto. Es decir, el arte se presenta como exposición real de las formas de las cosas tal como son en sí, y, por consiguiente, de las formas de los prototipos.