Al meditar sobre las disposiciones de mi alma en todas las situaciones
de mi vida, he quedado muy asombrado al ver tan poca proporción entre
las diversas combinaciones de mi destino y los sentimientos habituales
del bienestar o malestar con que me han afectado. Los diversos
intervalos de mis cortas prosperidades apenas me han dejado algún
recuerdo agradable de la forma íntima y permanente en que me han
afectado y, por el contrario, en todas las miserias de mi vida me sentía
constantemente lleno de de sentimientos tiernos, conmovedores,
deliciosos, que al verter un bálsamo saludable sobre las heridas de mi
corazón afligido parecían convertir el dolor en voluptuosidad, y cuyo
amable recuerdo retorna a mí solo, desgajado del de los males que
experimentaba al mismo tiempo.
Me parece que he gustado más la
dulzura de la existencia, que realmente he vivido más cuando mis
sentimientos oprimidos, por así decir, en torno a mi corazón por mi
destino, no iban a evaporarse fuera, en todos los objetos de la estima
de los hombres, que tan poca merecen por sí mismos, y que son la única
ocupación de personas a las que se cree felices.