En todo aquello que nos provoca una
auténtica y pura sensación de lo bello existe realmente presencia de
Dios. Hay como una especie de encarnación de Dios en el mundo, cuya
marca es la belleza.
Lo bello es
la prueba empírica de que la encarnación es posible. Por esa razón, todo
arte de primer orden es por esencia religioso. (Cosa que hoy en día ya
se ha olvidado.) Tan testimonial es un canto gregoriano como la muerte
de un mártir.
Si
lo bello es presencia real de Dios en la materia, si el contacto con lo
bello es, en el plenos entido de la palabra, un sacramento, ¿cómo es
que hay tantos estetas perversos? Nerón. ¿Es su caso parecido a la
avidez de los adictos a las misas negras por las hostias consagradas? ¿O
tal vez resulta, con mayor probabilidad, que esas personas no se
inclinan por lo auténticamente bello, sino por una mala imitación? Pues,
así como hay un arte divino, hay también un arte demoníaco. Ése es sin
duda el que le gustaba a Nerón. Una gran parte denuestro arte es
demoníaco. Un apasionado aficionado a la música puede perfectamente ser
un hombre perverso –aunque me resultaría difícil creerlo de alguien
amante del canto gregoriano.
Algunos crímenes que nos han hecho malditos hemos debido cometer para que ahora hayamos perdido toda la poesía del universo.
El
arte no tiene futuro inmediato porque todo arte es colectivo y hoy ya
no hay vida colectiva (no hay más que colectividades muertas), y también
debido a esa ruptura del verdadero pacto entre el cuerpo y el alma. El
arte griego coincidió con los comienzos de la geometría y con el
atletismo, el arte de la Edad Media, con el artesanado, el arte del
Renacimiento, con los inicios de la mecánica, etc... A partir de 1914,
se produce un corte completo. Incluso la comedia es casi imposible: sólo
hay lugar para la sátira (¿cuándo se ha comprendido más fácilmente a
Juvenal?). El arte no podrá renacer si no es del seno de la gran
anarquía –épica, sin duda, porque la desgracia habrá simplificado mucho
las cosas... De manera que es ocioso por tu parte envidiar a Vinci o a
Bach. En nuestros días, la grandeza debe tomar otros rumbos. Sólo puede
ser solitaria, oscura y sin eco... (aunque no hay arte sin eco).