- El ocio, por ejemplo. Una clase
acomodada que facilite el ocio del artista es una característica de una
era artísticamente grande. No es que los artistas sean perezosos, sino
que deben verse razonablemente libres de la responsabilidad de tenerse
que ganar el sustento. ¿No consiste en esto la verdadera esencia del
arte: en abrir de par en par las energías y los talentos que, en un
mundo más estricto, deberían concentrarse en ganarse la vida?
- Te puedo demostrar que hay
excepciones —dije—. Existen artistas que han trabajado mucho, aparte de
su actividad como artistas.
- La excepción confirma la regla
—dijo Frazier dogmáticamente—. Cuando los artistas y compositores no
reciben ayuda, generalmente logran un poco de ocio mediante el descuido
irresponsable de su trabajo. De aquí su reputación entre el público.
Irresponsabilidad o segundad... El efecto momentáneo es el mismo. Pero a
la larga un buen sueldo es más productivo.
- Dudo que las condiciones por
ti mencionadas se encuentren ausentes de nuestra cultura actual —dije—.
¿Y los premios y las becas? ¿Dónde los dejas?
- Los premios son pan para hoy y
hambre para mañana. No se puede estimular el arte únicamente con
dinero. Lo que se necesita es cultura. Una oportunidad efectiva para
artistas jóvenes. La profesión debe ser económicamente factible y
socialmente aceptable, y los premios nunca consiguen eso. Se necesita
aprecio. Tienen que existir públicos, no para pagar las entradas sino
para disfrutar del arte. En resumen, realmente se sabe mucho de lo que
hace falta. Debemos ayudar al artista antes de que haya probado su
valor. Una cultura altamente productiva debe estimular grandes
cantidades de jóvenes sin discriminación. La filantropía es incapaz de
hacerlo; quizá podrá producir unas cuantas obras artísticas, pero eso
son sólo los cimientos. Si sólo contamos con ella no podemos esperar que
florezca una Edad de Oro.