A
Zelda Fitzgerald Univ. Princeton
307 Park Avenue,
Baltimore (Maryland)
6-4-1934
Perdona que dicte esta carta en
lugar de escribirla a mano, pero si vieras mi escritorio y la cantidad
de cosas que han llegado lo comprenderías.
Tienes que combatir cualquier tipo de derrotismo. No hay ninguna razón
para el pesimismo. En realidad nunca has tenido un temperamento melancólico,
sino que, como tu madre decía, siempre destacaste por tu vital
actitud animosa, alegre y extrovertida. Me refiero sobre todo a que
no compartes ninguno de los puntos de vista melancólicos que
parecen integrar a Anthony y Marjorie. Tú y yo hemos pasado momentos
maravillosos en el pasado, y el futuro aún está cargado
de posibilidades si levantas la moral y procuras creerlo. El mundo exterior,
la situación política, etcétera, siguen siendo
oscuros e influyen en todos directamente, y es inevitable que te afecten
indirectamente a ti, pero procura distanciarte de todo ello mediante
alguna forma de higiene mental, inventándola, si es necesario.
Déjame repetirte que no quiero que te concentres demasiado en
mi libro, que es una obra melancólica y parece haber obsesionado
a casi todos los críticos. Me preocupa muchísimo que lo
estés releyendo. Describe determinadas fases de la vida que ya
están superadas. Ciertamente nos hallamos en una ola ascendente,
aunque no sepamos a ciencia cierta hacia dónde va.
No tienes ningún motivo real de pesimismo. Tus cuadros han sido
un éxito, tu salud ha mejorado mucho, según tus médicos,
y la única tristeza es vivir sin ti, sin oír los tonos
de tu voz con sus peculiares intimidades de inflexión.
Tú
y yo hemos sido felices; y no lo hemos sido solo una vez, hemos sido
felices miles de veces. Las posibilidades de que la primavera, que llega
para todos, como las canciones populares, nos pertenezca también,
las posibilidades son muy halagüeñas en este momento porque,
como siempre, puedo aguantar casi toda la opinión literaria contemporánea,
liquidada, en el hueco de la mano, y cuando lo hago, veo al cisne flotando
en ella y descubro que eres tú y sólo tú. Pero,
Cisne, flota suavemente porque eres un cisne, porque con la exquisita
curva de tu cuello los dioses te concedieron un don especial, y aunque
te lo fracturaras tropezando con algún puente construido por
el hombre, se curaría y seguirías avanzando. Olvida el
pasado, lo que puedas, y da la vuelta y nada de nuevo hasta mí,
a tu refugio de siempre, aunque a veces parezca una cueva oscura iluminada
con las antorchas de la furia. Es el mejor refugio para ti, da la vuelta
despacio en las aguas en las que te mueves y regresa.
Todo esto parece alegórico pero es muy real. Te necesito aquí.
La tristeza del pasado me acompaña siempre. Las cosas que hicimos
juntos y las cicatrices atroces que nos convirtieron en el pasado en
supervivientes de guerra persisten como una especie de atmósfera
que rodea todas las casas que habito. Las cosas agradables y los primeros
años juntos, los meses que pasamos hace dos años en Montgomery
me acompañarán siempre y tienes que creer como yo que
podemos recuperarlos, si no en una nueva primavera, en un nuevo verano.
Te quiero, amor mío, cariño.