El secreto - A lo largo de la vida, Rainer María Rilke (Alba)

Klothilde y Rosine habían sido amigas de pequeñas. En sus años jóvenes fueron separadas por la vida del internado, otras circunstancias prolongaron esa separación hasta que volvieron a encontrarse en la residencia en los primeros estadios del pesimismo de la soltería. Se encontraron como dos personas que han perdido el tren en una estación solitaria situada en medio del campo y están obligadas a remar juntas a través del aburrimiento de la espera. A veces también ocurre que esas dos personas esperan y esperan, y finalmente, cuando ven que no llega ningún tren, encuentran el camino que conduce desde la estación olvidada al próximo pueblo y se quedan a vivir allí.

[...]

Él venía ahora mucho más a menudo en sueños. Entonces Rosinchen imaginaba el fervor con que él se entregaría al mismo recuerdo. Le veía sentado, tal vez como un hombre sabio, quizá incluso famoso (en aquel entonces ya lejano no se podía saber todavía lo que llegaría a ser), en su habitación oscura cuyas paredes parecían hechas de grandes libros, buscando el trocito de cinta rosa, el único recuerdo que había conservado de ella. Y ella veía cómo lo besaba y en sueños recogía la enorme y valiosa lágrima masculina que rodaba como una perla por las ondas de la ancha barba. Él llora, llora por ella. Y ella se emocionaba siempre, por él y por ella, y por Klothilde que conocía toda aquella historia; lo único que le había ocultado era el nombre. Así que en caso extremo había todavía algo que podía confiarle. Si alguna vez en una hora crepuscular y gris le hacía esa confidencia, Klothilde ya no podría ocultarle nada y tendría que abrir a su vez todos los corazones y cajas de hierro con una sola llave.