Las cabezas trocadas, Thomas Mann (Edhasa)

La encarnación crea aislamiento, el aislamiento crea diferencia, la diferencia crea comparación, la comparación crea inquietud, la inquietud crea asombro, el asombro crea admiración y la admiración crea deseo de intercambio y unión. Etad vai tad. Así es la cosa.

[...]

–Lo sé bien –dijo Chridaman–, y no soy ciego a ello, o si lo soy es por un momento y voluntariamente. Pues no hay tan sólo la verdad y conocimiento de la razón, sino también la visión simbolizadora del corazón humano que sabe leer los caracteres de los fenómenos, tanto en su sentido primero y desnudo como en el segundo y más elevado, y los usa como un medio a través del cual contempla lo puro y espiritual. ¿Cómo quieres alcanzar la percepción de la paz y experimentar en el alma la felicidad de la calma sin que una imagen de Maya (que, sin embargo, no es en sí la felicidad y la paz) te ofrezca el instrumento para ello? Los hombres tienen el privilegio y la aptitud de servirse de lo real para contemplar la verdad, y el lenguaje ha acuñado la palabra poesía para este privilegio y aptitud.
–¡Ah! ¿Crees que es así? –rió Nanda–. Según eso, y a lo que tú dices, la poesía sería la estupidez que viene tras la inteligencia, y cuando alguien es estúpido habría que preguntar si lo es todavía o si ha vuelto a serlo.