Ota Pavel, Cómo llegué a conocer a los peces (Sajalín)

«Nada dura eternamente. Ni la belleza, ni la alegría, ni el dolor.»

«Cuando estoy de pesca no soporto a nadie. Quiero estar a solas con el río. Me irrita una simple pisada, me indigna el habla humana. Es como si no tuvieran cabida en la naturaleza. La gente, estando en plena naturaleza, a menudo cotorrea acerca de minucias y estupideces, mientras que la naturaleza te habla, con su lenguaje directo y claro, tan solo de la belleza, del amor, del odio, del sustento, de la muerte. Es como si se hubiera descartado de la naturaleza todo lo superfluo. Cuando iba de pesca con mi padre o mis hermanos, solía esfumarme en la ribera del río. Yo les otorgaba idénticos derechos, para que pudieran hacer lo mismo, para que pudieran estar a solas con el río.»